miércoles, 15 de junio de 2011

De mis humedades vengo * Pag. 42

Una vez —un día— dijeron que el llanto
es cosa de mujeres. Y creí.
Pude ver incontables lágrimas en ojos
de mujeres que consumían su rabia
disfrazada de tortilla. Subiendo cansadas
los cerros de mentiras,
pariendo con dolor y muriéndose
a escondidas.
Indudablemente, esto era cosa de mujeres.
Una tarde vi pasar frente a mí
otra razón:
era la mugre de la indiferencia, la
impotencia de la verdad perdida.
Un hombre cargaba un cuerpo salino
de tantas lágrimas, pesado de tanta
muerte, vivo a pesar de mantenerse oculto.
Es también el llanto, cosa de hombres.
Hoy que es de noche, siento
esos llantos inundar las calles.
Lloro, parece que la sangre
se ha tornado incolora.
Sé este llanto por los hombres y mujeres
que arrastramos el rencor
porque ya no cabe en el cuerpo
y gemimos cada cinco minutos
con el estómago vacío
porque somos
negados (burlados) mentidos.
A veces, de madrugada, despierto
anegada en llanto, porque sé vamos a morir
sin ojos, con huesos rotos y un grito
doloroso, ahogado en la garganta.

*

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