domingo, 19 de junio de 2011

LA PALABRA

Tener la palabra es una responsabilidad ingente. La palabra según alguna descripción es “cada uno de los segmentos limitados por pausas o espacios en la cadena hablada o escrita, que puede aparecer en otras posiciones, y que está dotado de una función”.
Sólo el ser humano tiene la facultad de usar la palabra. (Según el propio ser humano). Es decir, usar, tener y cumplir la palabra, no es cualquier cosa. 

Pero fuera de palabrerías, tengo pensado que la palabra debería cumplir con una tarea primordial: transformar, no únicamente comunicar sino hacer coincidir el significado de su contenido con la posibilidad de  identificarlo y convertirlo en acción. Para que la palabra tenga voz, desate nudos, explique lo incomprensible, cuestione lo inconcebible.  Alguien dijo que el valor de las palabras no radica en lo que encierran, sino en lo que liberan.

La poesía, género literario de amplísimos alcances, tiene el deber de hacerlo y además con belleza, ritmo, estética y por supuesto,  con compromiso. Compromiso con la realidad, con la cotidianidad de quien  lee, escucha y observa. Con quien no sabe leer, con quien sabiendo no tiene interés ni estímulos para hacerlo.  Con el polvo, la mugre, la indiferencia del poder, con el hambre, con la sangre inútilmente derramada, con el grito de impotencia, con la muerte, con la vida. Para que la palabra tenga voz y se convierta en lenguaje.
Hoy, un poeta junto con miles, cientos de miles de personas, recorre nuestro país, sin permiso, para reconciliarnos con la dignidad y ofreciendo consuelo.

De ahí, que para mí el abordar esta disciplina literaria, se ha convertido en otro instrumento escénico, con colores, texturas, imágenes, sabores, sensaciones y entonaciones distintas. Lo cual no es ninguna novedad. Lo es en cuanto a que es mi sentir lo que se expone.  Usar la palabra con congruencia, sin falsos regodeos en la estética de moda o la corriente literaria en boga, es la parte que tomo de este universo y que acojo con respeto. Lo peor que pudiera sucederme, sería no tenerla.


Si el poeta quiere ser escuchado, que diga lo que a  la gente le importa.
Si el poeta quiere ser de vanguardia, que hable de lo que hoy sucede.
Si el poeta quiere ser leído, que salga a la calle con su palabra.
Si el poeta quiere ser humano, que camine junto a nosotros.

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